Por Juan Diego Castro Fernández
Hace 181 años, Costa Rica enfrentaba la terrible soldadesca cachureca.
El estado mayor del ejército invasor morazanista, empezó a conformarse en Lima, Perú el 22 de diciembre de 1842, desde entonces con dos costarricenses: el coronel Alejandro Escalante y el teniente Ceferino Escalante. Posteriormente se incorporaron el general Isidoro Saget y el coronel Eugenio Carías.
Entre el 14 de abril y el 13 de agosto de 1842, se sumaron los militares traidores de Costa Rica: Vicente Villaseñor, Joaquín Alvarado, Salvador Mora, Juan Antonio Pantoja, Capellán José Antonio Castro y el cirujano José María Montealegre (asesino de don Juanito Mora Porras).
El año 1842, marcó heroicamente nuestra segunda independencia, 21 años después, nuestra mayoridad patriótica, cuando nos liberamos de los sátrapas invasores.
El 7 de abril, Morazán arriba a Caldera, Puntarenas, con una escuadra de 5 barcos: Cruzador, Asunción, Granadina, Isabel II, Josefa y Cosmopolita.
El 11 de abril, el general Villaseñor -salvadoreños que había subalterno de Morazán-, al mando de las fuerzas costarricense, traicionó al presidente Braulio Carrillo en El Jocote, Alajuela.
Veinticuatro años antes de la gesta heroica de nuestro Juan Santamaría, del presidente Juanito Mora y del pueblo costarricense.
El 22 de abril, Morazán y su soldadesca decidió aumentar las fuerzas militares.
El 3 de mayo, la tiranía ordenó a los propietarios suministrar 5000 pesos mensuales para cubrir el déficit de las rentas públicas. Impuso que los jefes políticos remitieran a la tesorería todos los fondos propias y más tarde vinieron las contribuciones extraordinarias y los empréstitos forzosos.
El 15 de julio y por unanimidad de votos, la asamblea constituyente nombró a Morazán jefe provisional del Estado, dándole el título de “Libertador de Costa Rica!. ¡Vergüenza de vergüenzas!
El 27 de julio, la vendepatria Asamblea dio las gracias a Morazán y la “División Libertadora” por los servicios prestados y confirió una medalla de oro al traidor general Villaseñor, declarando día feriado el 12 de abril en que Morazán asumió la jefatura de Estado.
El 10 de setiembre de 1842, en San José, arrancó la rebelión contra el ejército asesino, al grito de ¡Mueran los cachurecos!. El días 11, 12 y 13 explotó la insurrección. En San José continuó la lucha encarnizada durante todo el día, acentuándose cada vez más la ventaja de los rebeldes, cuyo número aumentaba sin cesar con hombres procedentes de los pueblos de la meseta central.
El 15 de setiembre de 1842, el tirano invasor Francisco Morazán Quesada fue fusilado junto al traidor Vicente Villaseñor (salvadoreño).
De camino al paredón se topó con su cómplice Mariano Montealegre Fernández, a quien le entregó su cigarrera norteamericana, de plata, con el nombre Francisco Morazán grabado.
En todos los semblantes se pintaba la tristeza, porque no había un hogar en que no se llorase un muerto, o no hubiera por lo menos un herido. Reinaba un profundo abatimiento, causado por cuatro noches de vigilia, 68 horas consecutivas de peles y el tremendo motín popular de aquel día.
El 15 de noviembre de 1843, nuestro valiente general Antonio Pinto, expuso ante la Asamblea Constituyente: “… encontró presos a los generales Morazán, Villaseñor y otros individuos, todos lo que fueron conducidos a esta capital el 15 de setiembre. Mientras esto sucedía vi, no sin terror, la exaltación del pueblo que pedía a gritos la muerte de los dos prisioneros, amenazando que si no la mandaba ejecutar en aquellas personas, de su propia autoridad les quitarían la vida no sólo a éstos, sino a todos los demás prisioneros, a los Diputados de la Asamblea desconocida y a otros muchos costarricenses que habían tenido más o menos participio en la administración de aquel general y, entre éstos, a mí, porque no hacía la voluntad de los pueblos. Esta voz terrible pasaba de fila en fila entre los soldados y era proferida aun por las mujeres y los niños de la manera más imponente, añadiendo que no dejarían pasar el día, sin que verificasen su amenaza.” Apuntes de lectura del libro “Morazán en Costa Rica” de Ricardo Fernández Guardia. EUNED, 2008. Páginas 29, 36, 102, 109, 151, 155, 200, 202, 204.